Reflexiones en cuarentena: ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? (Primera parte)

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Julián Jiménez, docente en educación secundaria.

Llevamos ya varios días encerrados en casa algunos y otros obligados a trabajar y ese exceso de tiempo nos está permitiendo pensar mucho. Pero esos pensamientos se disipan por el ruido. Ruido de unos sectores y otros, ruido de propaganda cada vez más cansina y burda, unos para defender a capa y espada lo que haga el Gobierno como palmeros, otros para criticarlo buscando réditos electorales en medio de la mayor catástrofe que ha vivido España desde la dictadura y la posguerra.

Lo primero que debemos tener en la memoria son las víctimas: 2.800 personas a día de hoy, la mayoría ancianos, ancianos que lucharon, que consiguieron mejoras que nosotros disfrutamos y a los que, por mucho que nos duela, no hemos sido capaces de proteger todo lo que deberíamos. Les hemos fallado. Y todo esto no es un accidente del destino ni hay que dejar para mañana para reflexionar que nos ha traído a este lugar. Hay muchas razones, pero hoy quiero centrarme en las más recientes. Dejaré para otro artículo las estructurales, que las hay y son más importantes si cabe que las más inmediatas: Desindustrialización, capitalismo, recortes sanitarios, privatización de la atención a mayores, etc.

1. El papel informativo y de servicio público de una ínfima minoría, silenciada e insultada

Desde hace unos días hay una estúpida carrera de algunos (o mejor dicho, de muchos) por mudar la piel e ir de eruditos, sabios, avisadores, adelantados en el conocimiento del COVID-19. Y una carrera igual de estúpida de otros por vender a todo el mundo que esto no se podía saber, que es muy fácil hablar a posteriori, para tapar su escasa capacidad de autocrítica. La realidad: Unos y otros, salvo una ínfima minoría, se dedicaron a tranquilizar a la población: Unos por situarse en la órbita del Gobierno (con excepción de Yolanda Díaz, la única miembro del Gobierno que tomó medidas y fue desautorizada por Sánchez y los empresarios) sin la más mínima autocrítica ni ética periodística; y los otros por no perjudicar a las empresas que les alimentan y les brindan millones en funcionamiento y en publicidad.

Mientras todos los medios al unísono, los «expertos» y las Autoridades nos tranquilizaban en España, la OMS, científicos no empotrados ni con el poder ni con las empresas y China estaban avisando al mundo de la catástrofe del COVID 19. En mi caso, los vídeos de un joven vasco llamado Jabiertzo y su novia china, Lele, que viven en Wuhan y que informan sobre el terreno de China, me ayudaron a comprender la magnitud del problema. Los seguía desde que los medios occidentales se dedicaron a hacer pasar a yihadistas sanguinarios que actuaban en Siria como «represaliados» del régimen comunista chino y ellos elaboraron un vídeo explicando la realidad. Sus vídeos sobre el COVID-19 dese enero me ayudaron a comprender la magnitud del problema: Como Occidente informaba de forma tremendamente alarmista sobre China y cambiaba el discurso a tranquilizador cuando se hablaba de OccidenteO cuando a mediados de febrero solicitaban aplicar las medidas chinas en Italia y España.

Pero ellos no fueron los únicos que advirtieron. Hubo gente que sin tener mucho que ver y sin causarme ninguna simpatía, también lo hicieron en España. Uno fue Iker Jiménez, periodista de Cuarto Milenio. Debo reconocer que el personaje me inspira poca confianza y está escorado a la derecha, pero el programa que hizo fue impecable, con asistencia de expertos y científicos. Otro fue Pedro Cavadas, cirujano, el 30 de enero, avisando del virus en Espejo Público. Tras el reportaje, EL PAÍS publicó un artículo tachándole de alarmista y entrevistando a «expertos» (pagados para engañarnos, porque no dijeron la verdad) que le acusaban de cínico e irresponsable. A Iker Jiménez le tacharon de lo mismo. Resultó que tenían razón, mientras los que iban de periodistas serios y referentes, ahora recurren al «No se podía saber». No, no os dió la gana informar, porque sois unos estómagos agradecidos.

2. El papel propagandístico y de ocultación de la mayoría de medios de comunicación y «periodistas» de este país. Una gran mentira que ahora pagamos

Solamente inicialmente, cuando el virus estaba solo en China, las informaciones eran alarmistas y exageradas (con el propósito de perjudicar a China, porque todos los medios de comunicación de masas en España siguen la agenda de EEUU). Entonces las noticias eran de represión, muertes y cadáveres sacados de casa: Sí, lo mismo que ocurre ahora aquí, pero que se titula con otras palabras.

Pero una vez el virus saltó a Europa, los medios hicieron lo posible por minimizarlo. Desde EL MUNDO hablando de que era una enfermedad que se curaba con un paracetamol a finales de febrero a los vídeos de EL PAIS y la SER con Iñaki Gabilondo llamando idiotas a quienes se alarmaban, la entrevista del Hormiguero donde Mamen Mendizábal se tronchaba de quienes mostraban alarma o el programa «científico» de TVE donde se llevaba a «expertos» a hablar del COVID como una simple gripe. Iñaki Gabilondo se quejaba de la cancelación del Mobile de Barcelona y tachaba de «alarmismo» el coronavirus. Lorenzo Milà calificaba lo ocurrido en Italia, con varios muertos, de una simple gripe que solo afecta a los ancianos, recibiendo el aplauso de muchos afines al Gobierno. EL PAÍS tachaba de machistas a quienes les preocupaba la epidemia. En Libertad Digital tachaban al virus de comunista y de que pretendía parar la economía y a los que avisaban de alarmistas. Y Federico Jiménez Losantos, para no incomodar a las empresas que le sufragan, daba lecciones de lo poco importante que era el COVID-19. O varios periodistas de EL MUNDO se burlaban del COVID-19 y tachaban de alarmista a la gente. E incluso un Editorial del 6 de marzo insultaba a Yolanda Díaz, la ÚNICA miembro del Gobierno que tomó en serio la crisis del coronavirus, por una guía de protección a los trabajadores, alineándose el diario con Sánchez y la CEOE, que acusaban a Diaz de crear alarmismo. Y que decir de ElDiario, de Nacho Escolar, aleccionándonos con supuestos expertos sobre los motivos para no alarmarnos por el coronavirus a principios de febrero o virólogos expertos que nos vendían que el COVID-19 no era nada. O su cómico Ordozgoiti llamaba gilipollas y cuñados a quienes advertían de la pandemia.

He querido recopilar los máximos posibles, pero hay multitud de programas en Antena3, Telecinco, la Sexta, TVE o cualquier cadena española durante febrero y principios de marzo en la misma línea. La mayoría mintieron a la población y, lo que es más grave, generaron una sensación de falta de peligro que ayudó a la propagación. Porque si es una simple gripe, si no pasa nada, si se cura con un paracetamol ¿para qué tomar precauciones? La irresponsabilidad de quienes debían haber informado a la gente ha sido mayúscula. Y lo más gracioso: Unos lo hicieron por seguir sin crítica la línea del Gobierno, otros por no perjudicar a la economía y a las empresas. A ninguno les importó la población ni pensaron en ella. Y cuando ya no se puede negar la evidencia, la cosa es graciosa: Unos tachan a todo el mundo de sabiondo, de caraduras, de pretender dar lecciones a posteriori, como si no existieran informes de China y la OMS que alertaron del peligro e incluso artículos en EL PAIS escritos en octubre de 2019. El mismo EL PAÍS, para salvar y lavar la cara de sus periodistas publicó esta entrevista a un científico, hablando de exceso de «confianza» y que «nadie esperaba esto». Y los otros, afines a la derecha, critican a estos otros por lo mismo que ellos, mayoritariamente, también hicieron. A ninguna persona razonable se le escapa, con tirar de hemeroteca, que es puro postureo.

Si hay algo que nos debemos hacernos mirar: La izquierda alternativa, en lugar de tener un discurso alternativo al del Gobierno, ha ido a rebufo de los medios y los palmeros del Gobierno PSOE-Podemos, y es una lástima. Porque en este momento tocan análisis y toca analizar lo que está pasando, no subiéndonos al carro socialreformista acríticamente.

3. El papel de los «expertos»

En toda esta crisis se nos ha pretendido vender que había que hacer caso a los «expertos». Es decir, hacer caso a los virólogos, epidemiólogos, científicos. Puede ser una buena recomendación, claro que sí, pues el resto de la población desconocemos las pandemias. Pero no se nos puede olvidar que eran virólogos los que desde las cadenas de TV nos hablaban de una «simple gripe«, eran epidemiólogos los que desde algunos medios de comunicación nos instaban a no preocuparnos por el coronavirus, eran expertos los que tacharon el COVID-19 de simple catarro o afirmaban que los asintomáticos no contagiaban. Y en esto lo viví en mis carnes hace días: trabajo de profesor en el primer centro de la Comunidad Valenciana con un alumno con coronavirus. Ante el nerviosismo generado, la Consellería de Sanidad, presidida por Ana Barceló, la consejera del PSOE que afirma que los trabajadores de la Sanidad valenciana se contagian porque quieren, nos envió a dos expertos al centro para mentirnos y tranquilizarnos. En aquella reunión se nos informó de cosas que los mismos virólogos ahora refutan, se dijo que no había que desinfectar el centro y que teníamos que seguir trabajando. Durante 10 días, mientras el Congreso se desinfectaba o se cerraban centros escolares en otras comunidades, el nuestro no lo hizo. No solo nos engañaron, pusieron en riesgo a familiares, alumnos, profesorado y trabajadores del centro por puro cálculo político y para capear el temporal.

Cuando se nos dice que tenemos que confiar en «expertos», se nos olvida que estos expertos también tienen unas servidumbres. Que algunos de ellos cobran de entidades privadas o gobiernos, que hay algunos de ellos que priman el interés personal o servir a quien le paga antes que a la ciencia. Por eso, muchos de los que han salido en TV nos tranquilizaban mientras otros que afirmaban y alertaban del peligro eran silenciados, conociendo ahora que la verdad y la objetividad estaba en los segundos y no en los primeros. Así, se puede entender que «expertos» asesoraron al Gobierno durante este tiempo.

4. El 8M y Vistalegre

Antes de enumerar la cadena de errores garrafales del Gobierno en esta crisis, donde ha actuado tarde, mal y a destiempo, es preciso detenernos en el 8M. Queda claro que existe una sensación generalizada de que ciertos sectores pretenden poner el foco en el 8M como principal fuente de contagio. Es una exageración tremenda, porque los datos de Andalucía, Murcia o varias ciudades lo desmienten. Y en esos análisis interesados se obvía la cantidad de eventos multitudinarios celebrados ese mismo fin de semana, concentraron a gran número de personas, sobre todo en Madrid, donde el foco de contagios estaba ya descontrolado el fin de semana del 6 al 8 de marzo, lo que debería haber motivado, al menos en Madrid, la suspensión de esos actos como la suspensión de clases, algo que no hizo ni el Gobierno ni tampoco la Comunidad de Madrid, que esperó al 10 de marzo para hacerlo. Realizar los actos que se hicieron en Madrid, tanto el 8M como el mitin de VOX fueron de una enorme responsabilidad por sus organizadores y por los poderes públicos. Solo hay que ver el alud de contagiados y como tras esos actos el número de contagiados en Madrid se disparó un 2500%. 

Pero si hay algo que señalar respecto al 8-M y fue su papel ralentizador debido a la pugna durante toda esa semana del Gobierno por controlar la marcha. La marcha era gubernamental más que reivindicativa y las dos patas del Gobierno pugnaron por su control. Esa pugna, visualizada en la polémica Ley de Libertad Sexual durante esa semana y la batalla entre el PSOE y Podemos, mientras el COVID-19 y su avance eran sistemáticamente ignorados, contribuyó de forma decisiva a que no se tomasen medidas y a que, pese al informe de la Agencia Europea, el Gobierno mantuviese la marcha, priorizando sus intereses a la salud pública. Y claro, al no suspender la marcha, ¿cómo se iban a suspender partidos de fútbol o el mitin de VOX? La Comisión organizadora de la Marcha del 8M en Madrid, controlada por afines a Podemos, competía por el control de la marcha contra sectores reacios a la legalización de la prostitución, como quedó palpable tras las agresiones a militantes abolicionistas en la marcha. El 8M y la lucha por su control hizo que no se tomasen medidas (y ojo, en el 8M había miembros del PP y Ciudadanos que ahora claman contra la marcha). Ni las organizadoras ni las convocantes han salido a decir nada ni a entonar el mea culpa ante su enorme irresponsabilidad, esperando a que el temporal escampe, como si la sociedad fuese a olvidar el infantilismo cometido y la gravísima irresponsabilidad, a la que se sumó un Gobierno que debería haber primado la salud de todos a sus intereses y que ahora reconoce ese dato. No servirá tachar de machista a quien señale su error histórico, que rara vez se olvidará, haciendo daño a un movimiento legítimo por ausencia de autocrítica e infantilismo irresponsable.

Y en el otro lado, idem. VOX programó un contraacto al 8M en Madrid, a pesar de los datos existentes y conociendo que su Secretario General había estado en un foco de infección y que estaba resfriado. Su irresponsabilidad no solo permitió aumentar los contagios en Madrid, sino extenderlos por la geografía española, con casos detectados en Huesca, Sevilla, Alicante, Valencia y varias provincias. Y del mismo modo, optaron por callar y esconder la cabeza, esperando a que los errores gubernamentales hicieran olvidar su irresponsabilidad, tras poder parapetarse en que «las del 8M habían realizado su acto», olvidando que la manifestación del 8M era provincial y su acto nacional. 

5. La gestión de la crisis por el Gobierno: Solo Yolanda Díaz se salva

La gestión ha pecado de improvisación y actuar tarde, en cierto modo, por lo ya comentado arriba. Desde la recomendación oficial del Ministerio de hacer «vida normal» si se venía de una zona de riesgo el 26 de febrero a la minimización del problema durante febrero, cuando ya empezaba a haber casos locales y Simón, como portavoz del Gobierno en esta crisis nos deleitaba con la frase «España no tendrá más de uno o dos casos leves». Incluso cuando los contagiados empezaban a aumentar y quedaba claro que ya no eran contagios de Italia, sino casos producidos localmente, el Ministro llamaba a la calma y a la tranquilidad o su ministerio se negaba a cerrar escuelas y colegios, a pesar de que los científicos, a los que no hicieron caso, avisaban que eran principales lugares de propagación del virus. La Comunidad de Madrid se adelantó a ello, tardando el Gobierno 4 días en hacerlo en el resto de España. La descoordinación y la tardanza del Gobierno en aplicarlo hasta el jueves, junto a los mensajes lanzados desde febero tuvo un efecto devastador: En Madrid se tomaron como unas vacaciones escolares y los residentes de esta comunidad empezaron a viajar, expandiendo el virus desde el foco descontrolado. Para colmo, el Estado de Alarma se anuncia el viernes pero se aplica el sábado, contribuyendo a esos desplazamientos, fruto de la irresponsabilidad de los multipropietarios de vivienda de varias comunidades. 

La tardanza, desde que el foco se descontrola en Madrid el 4 de marzo hasta el Estado de Alarma hace que la cifra de contagiados pase de 105 personas a 4.176. Tardanza aplicable no solo al Gobierno central, sino también a la Comunidad de Madrid, que pese a la labor propagandística -bastante exitosa, por cierto- durante esta crisis, fue incapaz de monitorizar los nuevos casos y fue la primera comunidad con brotes descontrolados, cuando las competencias sanitarias pertenecen a la Comunidad Autónoma. De hecho, ante el caos en residencias de ancianos en su Comunidad, en las que surgió el primer brote descontrolado de España, Ayuso, muy reclamante tras el Estado de Alarma, rechazaba que el Ejército interviniera en las residencias. Cuando se hizo (y esta sí fue una medida buena del Gobierno), encontró un auténtico campo de los horrores, por lo que cabe preguntarse ¿a quién protegía Ayuso al rechazar la intervención y desinfección de residencias de ancianos?

La tardanza gubernamental solo tuvo una excepción: Yolanda Díaz, quien ya el 3 de marzo presentaba una guía para proteger a los trabajadores del COVID-19, ante los 60 casos que España tenía ya ese día. La respuesta fue inmisericorde con la única persona sensata de todo el Gobierno que advertía del peligro: Fue desautorizada por Pedro Sánchez, fue desautorizada por la patronal y los editoriales de la prensa se cebaron con ella: tanto EL MUNDOLibertad Digital y OKDiario, tres de los medios más conservadores, criticaron a la Ministra sin piedad. De hecho, fue silenciada conjuntamente tanto el PSOE como por Podemos. Fue el único miembro del Gobierno que vió venir el desastre, pero todo el establishment mediático, económico y gubernamental fue a por ella. No hace falta ser muy listo para saber qué hubiera pasado de plantearse una cuarentena cuando Yolanda Díaz advirtió de lo que se venía encima. Pero todos los que ahora reclaman medidas duras desde la derecha criticaron a Díaz cuando avisó, incluso cuando pidió medidas más contundentes que ahora otros reclaman, mientras bendicen el papel de Nadia Calviño, la artífice de que el Estado de Alarma no se aplicase antes. Puro postureo, la cuestión es rascar votos.

6. El papel de la oposición de derechas: De quejarse de las medidas a proponer mano dura pasando por VOX animando a medidas para aumentar los contagios

Si el Gobierno ha estado desacertado, la oposición ha hecho otro tanto. Ya hemos indicado las críticas a Yolanda Díaz. Pero también la estrategia de estar «en el plato y las tajadas» de PP y Cs: De querer estar en el 8M y apoyarlo de forma irresponsable por figurar a quejarse de ello 3 días después. O de criticar la indecisión gubernamental y la falta de medidas y que te pillen celebrando el 10 de marzo una comilona en plena alerta de coronavirus. Si a eso le sumamos los años de recortes sanitarios y de privatizaciones, no hace falta saber cómo estaríamos ahora. De hecho, no debe olvidarse que por muchos errores iniciales cometidos por el Gobierno en la crisis del COVID-19, llevan 2 meses gobernando y el PSOE poco más de un año. Las carencias de presupuesto, la falta de medios, los defectos estructurales del sistema sanitario, teniendo en cuenta que siguen siendo los presupuestos prorrogados de la época, no son de este Gobierno (sí lo es la imprevisión y la falta de iniciativa).

De VOX directamente es mejor ni hablar, porque solo a sus fanáticos y fundamentalistas seguidores les puede parecer sensato cualquiera de las cosas que han hecho y propuesto. Durante la crisis han estado callados, dejando que sus mamporreros en las redes hicieran el trabajo sucio o directamente inventasen bulos y falsas informaciones  (curiosamente, la mayoría de ellas en aquellas comunidades donde forman parte del Gobierno regional del PP y Cs o donde le dan soporte). Mientras trataban de tapar el irresponsable acto de Vistalegre, foco de varios contagios en varias comunidades o acababan creando un conflicto diplomático con China, que les obligaba a borrar un tweet, justo cuando el país asiático es el principal proveedor y donante de mascarillas a España; dos de sus diputados se saltaban la cuarentena acudiendo al parlamento de Andalucía y en Alicante otra diputada daba positivo e incumplía el protocolo de Sanidad (que instaba a no visitar el Centro de Salud), poniendo en cuarentena a cuatro trabajadores sanitarios. Pues bien ¿cuáles han sido las propuestas de los ultras? La primera, quejarse del Estado de Alarma tras haberlo solicitado y proponer que los comercios siguieran abiertos, lo cual dispararía los movimientos y haría que el virus pudiera expandirse. Y la segunda dejar sin sanidad a los inmigrantes irregulares, haciendo que deban pagarla. La medida ya de por sí es inhumana, pero en plena pandemia es un atentado a la salud pública de los 47 millones de habitantes de España, hayan nacido donde hayan nacido, tengan o no situación regular: al no poder ser atendidos por motivos económicos, los contagiados dejarían de ser vigilados o puestos en cuarentena y expandirían exponencialmente los contagios por todo el país.

Por si fuera poco, acaban de votar en contra de derogar el despido por baja médica en plena crisis del COVID-19. Son un peligro para la salud pública.

7. La no paralización de la actividad productiva

Una de las cosas más incomprensibles es el mantenimiento de sectores no esenciales. Banca privada, construcción, industria no esencial, limpieza viaria, servicios municipales, correos, paquetería no esencial, etc. Son multitud los sectores que siguen trabajando, exponiendo a millones de trabajadores españoles innecesariamente. ¿De qué sirve tanto #QuedateEnCasa, tanto Estado de Alarma o tanta multa que se está poniendo a quienes salen a la calle si al final millones de personas siguen saliendo diariamente, hacinados en el transporte público, por seguir desempeñando una actividad que, en estos momentos, no es ni necesaria ni imprescindible? De esta forma, el Gobierno se plega a los empresarios y la patronal, desprotegiendo a los trabajadores. ¿Esto lo debería hacer un Gobierno que presuma de ser de izquierdas? No. Y han sido muchas voces las que han solicitado la paralización de las actividades no esenciales: lo hicieron Pablo Iglesias y Yolanda Díaz (la miembro más competente del Gobierno en esta crisis) al comenzar el Estado de Alarma dentro del mismo Gobierno, lo hizo el sindicato CGT un día después y lo han hecho presidentes autonómicos del PP como López Miras, del PSOE como Ximo Puig, de JXC como Quim Torra en Cataluña. ¿Pasará como en Italia y lo adoptaremos cuando tengamos 5.000 muertes? Parece que vamos a eso. Y habremos perdido un tiempo precioso pero, sobre todo, muertes evitables por primar la economía a las personas, algo de lo que deberíamos aprender de China, tan denostada en los medios de comunicación occidentales.

Para concluir…

Este escrito lo he ido meditando estos días y quedarían muchas cosas por indicar, que son las estructurales, porque todo esto no sucede solo por un Gobierno que toma malas decisiones, gobiernos autonómicos más ocupados en sumar puntos que en solucionar o salvar vidas. Esto tiene unas causas estructurales también, errores arrastrados desde hace años y décadas. Y me niego a aceptar que no hay que señalar culpables. ¡Por supuesto que hay que hacerlo, máxime en una situación como esta! Hay gente que ha dejado España con un gasto sanitario esquelético, que ahora se paga; hay empresarios que se han lucrado con residencias de ancianos y han provocado varios centenares de muertes evitables; hay grandes capitales que se llevaron la producción a China y el SE asiático para ganar más, dejando España desindustrializada, incapaz ahora de fabricar mascarillas. Hay responsables y corresponsables a los que hay que señalar.

El punto positivo de todo esto es la clase trabajadora y su batalla para combatir esta pandemia: Los trabajadores de la Sanidad y la Medicina, los transportistas, mal pagados y explotados, que nos dan de comer; los trabajadores de supermercados y tiendas, que nos facilitan producto; los estibadores, los trabajadores del campo, los empleados de cuidado y limpieza y muchos otros trabajadores que siguen haciendo que este país no se hunda más de lo que otros ya lo han hundido. Ellos nos sacarán de esto, como siempre ha sido. Tenemos poca memoria, pero en esta sociedad donde estos trabajadores eran ninguneados, a veces acusados de privilegiados, muchas mal pagados y despreciados, ahora estamos empezando a comprender su importancia. Menos aplausos de postureo y más mejorar su valoración cuando esto pase. Porque pasará. Y es necesario que empecemos a sacar conclusiones ya, no esperar a que pase, como pretenden escurrir el bulto, esperando volver a la situación anterior, a lo que debemos negarnos con todas nuestras fuerzas y nuestra energía: Nos va la vida y la salud en ello, esa vida y esa salud que a este sistema capitalista no le importa nada, como ha quedado demostrado.

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