Tasa Google y futuro

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Nunca me he considerado una persona tecnófoba, magufa o reaccionaria. De hecho esta primera frase es ya en cierta medida exagerada, pues durante casi toda mi vida, la tecnología solo ocupaba mi mente cuando un aparato quedaba obsoleto y había que pasar al siguiente: VHS, DVD, Walkman, varias consolas cuando jugaba a los videojuegos, etc. Es decir, no tenía opinión alguna al respecto. Para mí la tecnología y sus avances solo eran algo natural que siempre me llevaba a más comodidad y a mejorar la existencia que vivía.

Sin embargo, en tiempos recientes, mi visión ha cambiado. Y es que ya no veo tan claro que la tecnología esté ahí para ayudarme. De forma muy sutil los últimos «avances» tecnológicos son el Caballo de Troya que nos ha metido el capitalismo para espiarnos y tenernos sujetos a sus designios. Todo empezó con esas redes sociales, donde a cambio de unos cuantos likes, hemos ido vertiendo inocentemente detalles de nuestra vida privada que Facebook, por ejemplo ya se ha encargado de explotar cediendo a empresas externas. Ahora hemos ido un paso más allá, y nuestros smartphones no dejan de enviar información sobre nuestra ubicación, actividades e interacciones, lo que de facto permite a Google, que proporciona casi todo el software para estos dispositivos, hacerse con unos estudios de mercado muy detallados, y enviar a cada usuario los algoritmos publicitarios más efectivos. Por último, la mayoría de terminales de móvil traen ahora incorporada una aplicación de salud, que a mí al menos se me disparaba cuando le daba la gana. Creo que he logrado eliminarla, pero como seguramente sepa menos de informática que sus diseñadores, no me atrevo a asegurarlo. El caso es que Google, que fracasó con su aplicación Google Health en su primer intento de disponer de datos de salud de los usuarios ahora lo consigue de otro modo. Ni que decir tiene el peligro que supone que se estén haciendo así con los datos más sensibles y confidenciales de nuestra vida.

Google Health, ojalá hubiera acabado todo aquí.

La tendencia amenaza con ir a más. Cada vez hay más aparatos inteligentes, o proyectos de ellos que no dejan de transmitir a especuladores y empresas información sobre los hábitos o condiciones de sus usuarios. En un futuro no muy lejano, podría darse el caso de que una fuerza interesada adivinara lo que has hecho a lo largo de todo el día partiendo de la temperatura del agua de tu ducha, de la de tu secador de pelo, o que tenga información muy fiable de tu estado de salud simplemente con la frecuencia de respiración y ritmo cardíaco durante el sueño que envíe tu cama inteligente, artefacto que ya existe, aunque maldito si uno entiende para qué necesita que un colchón sobre un soporte sea inteligente.

Nos estamos adentrando en un mundo que deja pequeñas las distopías más aterradoras de Orwell y Huxley, y uno se sorprende de la poca reacción que hay al respecto. Parece una vez más que lo que no le permitimos a un estado, el capitalismo tiene barra libre para hacerlo.

¿Hasta dónde puede esto llegar? Pues miren, me aterra la palabra, pero ya hay reportajes de periódicos y científicos serios que nos alertan de un posible «neurocapiltalismo» como este de El País. Resulta que la posibilidad de acceder no ya a nuestros registros móviles, sino hasta nuestras propias neuronas, no es ya algo tan fantacientífico como lo era hasta hace poco. El reportaje habla de científicos, de los cuáles no dudo que su principal preocupación sea ayudar a la humanidad, logrando que puedan ver ciegos de nacimiento, o moverse paraliticos o amputados, por ejemplo. Para ello se está estudiando la manera de conectarnos directamente a la red desde nuestro propio cerebro, y algún avance se ha producido ya en esa dirección. Pero en seguida surge en la ecuación la rapiña capitalista: estas conexiones también pueden usarse para exprimir la información más oculta que atesoramos, la que solo está en nuestra mente, y ya se interesan por conectarnos a la red empresas con historiales bastante inquitetantes. ¿Vamos a dejar que esas conexiones las lleve gentuza como los mandamases de Facebook, Google, etc? Se plantea el hecho de que podamos no ya cederles nuestros últimos datos, los de nuestro postrero y ya casi único reducto de privacidad, sino convertirnos en marionetas en sus manos. De hecho ya hay proyectos legales, como la nueva constitución de Chile, que empiezan a hablar de unos «neuroderechos» que supuestamente protegerán nuestra identidad, libre albedrío, etc. Pero yo lo veo complicado si, como seguramente ocurrirá, el capitalismo vende como algo revolucionario la posibilidad de conectarnos a internet desde nuestra propia mente y meter chips en nuestro propio cerebro.

En esta prueba en una clase ya miden con un aparato la concentración mental de los alumnos.

Lo que nos lleva a la conclusión de este artículo. Y es la falta de reacción que veo ante hechos tan graves en la gente de a pie. Existe una tendencia generalizada a permitir todo a las tecnológicas diciendo que «no se pueden poner puertas al campo». No obstante, Juan Manuel de Prada, un hombre alejado del espíritu de esta revista, pero que siempre tiene una mirada lúcida en ciertos asuntos que otros no perciben, nos enseño hace poco en un artículo en XL Semanal, titulado precisamente «Puertas al Campo» que sí es posible, mostrando como «los chinos, por ejemplo (…) ponen unos portones tremendos a Gúguel, a Feisbu, a Tuiter y la madre que los parió a todos; y los jefazos o jefecillos de estos antros se callan y achantan la mui». No olviden que Google Health fracasó por la reacción en contra del público. De modo que si oponemos resistencia y movilizaciones, claro que podremos achantarlos. Por cierto, en el reciente debate de esta semana sobre la tasa Google, se ha hablado mucho de valor, de aranceles que pondría Trump… ¡Pero nadie ha dicho una palabra de que tasar esa actividad es legalizar de facto el comercio de datos!

Por último, un consejo: piensen bien lo que compran. El capitalismo solo entiende de indices de ventas y lo tienen muy fácil para hacer fracasar parte de sus planes. De momento, un móvil o un ordenador lo van a necesitar siempre, pero piénsense con calma si les merece la pena una cama inteligente, un secador inteligente, etc. Un espía más, en suma. Y de cara al futuro, yo siempre he sido fan de no tocar nada que no esté roto, y estoy muy a gusto con mi móvil, no necesito un interfaz cerebral, ni creo que lo necesite nadie que pueda ver, sentir y moverse por sí mismo.

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