Se dice que a río revuelto ganancia de pescadores.
Por un momento me haré pescador eligiendo por caña un término fácil de pronunciar y difícil de llevar a buen puerto si no se cree en él, cultura inclusiva.
En 2011 se aprobaba la estrategia integral española de cultura para todos. Accesibilidad a la cultura para las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo.
Tres años mas tarde Plena Inclusión, federación de organizaciones de personas con discapacidad, promulgaba Un manifiesto por una cultura inclusiva, donde destacaba la capacidad de la cultura para el desarrollo humano.
En 2018 se reunió por última vez el Foro de cultura inclusiva.
Ni que decir tiene que los avances están ahí, pero siempre liderado desde el asociacionismo que en muchísimas ocasiones no recibe ayuda alguna por parte de las administraciones. No se puede pretender construir alternativas en diversidad si descuidamos un pilar básico, la cultura.
Haciendo un ejercicio tan sencillo como pensar en proyectos de cultura inclusiva podemos darnos cuenta de lo poco que está implantado en nuestro día a día y lo que es peor en nuestro pensamiento la necesidad de una cultura inclusiva no para sino desde ellos y ellas.
La cultura inclusiva es una herramienta fundamental para combatir el ataque a la diversidad y sin duda debe ser puesto en carne y hueso por nuestras administraciones potenciando y ayudando a ese asociacionismo del que hablaba en párrafos anteriores.
Inclusivo incluyendo no haciendo mero espectador.
Proyectos como Danza mobile nos deben servir de modelo. Sin olvidar la obligación que tenemos como sociedad.
Y para todo esto la otra pata fundamental es la educación inclusiva que pretenden pisotear y de la que hablaremos en próximos artículos.
Nos vemos en 15 días.
