Aprender de los Riders

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La semana pasada varios representantes de mi sector tuvieron un encuentro con algunos de los colectivos en lucha en el Parlamento europeo para debatir sobre las consecuencias de la por desgracia emergente, uberización de la economía.

Yo, lamentablemente no pude estar presente en estas jornadas, pero me gustaría hacer una reflexión sobre uno de estos colectivos con los que compartimos debate ya que desde el taxi (junto con los compañeros de Ryanair en lucha a los que también pienso dedicar una columna más adelante), o más bien desde la plataforma en la que trabajo, llevamos varios años colaborando y apoyándonos y creo que es bastante importante que conozcamos las causas de sus problemas y sobre todo el alcance que puede llegar a tener el gran esfuerzo que están haciendo en su lucha para el futuro de todas y todos.

Cuando echo la vista atrás y pienso en un repartidor de comida como puesto de trabajo, recuerdo como en mi juventud, siempre tenía amigos que o bien para pagarse los estudios o bien como primer trabajo, comenzaban trabajando como repartidores de comida a domicilio.

Dentro de mi entorno era algo común trabajar para el «telepi» (no quiero hacer publicidad gratuita, simplemente nombro a la empresa para poner al lector en contexto y del mismo modo recuerdo que existe otro colectivo de trabajadores y trabajadoras del Telepizza, «Telepizza en lucha» porque dicha empresa se negaba durante meses a aplicar la subida del SMI).

No recuerdo si el sueldo era bueno o malo para la época la verdad, pero sí recuerdo que pocos se quejaban sobretodo porque te ponían una moto y a tirar.

A día de hoy, (salvo en contadas ocasiones) esto ha ido involucionando de una manera estrepitosa. A día de hoy, ya no se trabaja de repartidor como un trabajo casual para foguearse o para sacarse unos dinerillos, se trabaja como un trabajo estable a jornada completa. Y esa forma de trabajar ante una necesidad de ingresos y una creciente demanda de este servicio ha hecho que de igual manera, los buitres hayan puesto las garras en esta labor y a día de hoy, haya aplicaciones disruptivas que se ofrezcan a los restaurantes para ahorrarles dar de alta a los trabajadores, obligando a las trabajadoras y trabajadoras a trabajar sin asegurarles como falsos autónomos pero con sus propias condiciones (las de la app).

Es más, del mismo modo, a día de hoy ya no se va en una moto. Se va en bicicleta, en bicimad o en el peor de los casos, algunos tiene que ir andando.

Y es curioso como parte de la sociedad ha ido degenerando tanto en este aspecto ya que incluso el cine español ha denunciado esa misma situación de trabajar en unas condiciones penosas por la necesidad, mostrándolo ante el espectador como algo muy dramático. Algo muy dramático que por desgracia parece que a día de hoy lo hemos normalizado.

Si no acordaros del chaval de «Barrio» que tenía que repartir pizzas en autobús porque no disponía de una moto y lo terrible que se escenificaba esta situación en la pantalla…

Lo cierto y lo peor es que con este modelo de negocio y pese a lo que nos vende la prensa encumbrando como un gurú a un niñato que no ha pegado un palo al agua, no estamos ante ningún invento, ni ningún tipo de evolución ni nada nuevo.

Lo cierto es que antes de conocer el caso de los riders, yo mismo, por poner un ejemplo, ya casi había sufrido en mis carnes algo parecido.

Hace cinco o seis años, la primera vez que me quedé en paro en mi vida por suerte (aunque por desgracia no sería la última), tuve unos meses que descubrí horrorizado, el producto de la crisis que estábamos viviendo.

Toda mi vida había trabajado como comercial y acudiendo a las pocas entrevistas de trabajo que me salían con ese perfil, me ofrecieron vender casi de todo con unas condiciones a veces penosas, a veces verdaderamente surrealistas.

Tarjetas de crédito, sillones de masajes, estufas, bebidas energéticas, contratos de luz, de telefonía o de gas… todo con un nexo en común, se trataban de empresas que no te hacían contrato o en el mejor de los casos te prometían hacerte una especie de contrato mercantil trabajando como colaborador mientras en realidad, trabajabas durante meses sin asegurar hasta que te cansabas y te ibas. Total con cinco millones de parados que había, si no querías el trabajo alguien iba a necesitar.

Tú te buscabas los clientes, tú te pagabas el transporte y al final también los autónomos (si te llegaba) vendiendo el producto de una empresa con sus reglas, sus objetivos sus precios y ganando sus comisiones cuando no te las chuleaban.

Os puedo asegurar que el tipo de personas que acudían a esos trabajos tenían mucha necesidad, como yo en esa época. Recuerdo el ambiente que se vivía en estas empresas y me siguen dando escalofríos.

De hecho, incluso hubo un programa de investigación en una cadena de ámbito nacional donde consiguieron introducir a un periodista infiltrado que más tarde describía las prácticas para captar trabajadores como si fueran verdaderas sectas y hacerlos trabajar días y días pagándoles una miseria con promesas de un contrato hasta que desistían y se iban desesperados.

Esa misma cadena a día de hoy encumbra a Uber y a Cabify por su mismo modelo de explotación y un periódico de su grupo de medios hace entrevistas al fundador de Glovo como si fuera un ejemplo de emprendimiento y de innovación para tapar las denuncias y la cantidad de sentencias que han salido a favor de los riders, lógicamente en su contra y en contra de su modelo de negocio.

El caso es que a algún iluminado como el mencionado anteriormente se le ocurrió la idea de aplicar ésta metodología de ahorrarse pagar a los trabajadores y a las trabajadoras teniéndolos sin asegurar y como falsos autónomos y se inventó una aplicación para a la vez, poder parasitar la profesión de repartidor. Como han hecho con nosotros y nosotras en el taxi.

Y es que en este país parece que la labor del empresario se trata justamente de eso. En lugar de evolucionar y conseguir mejorar la calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras, simplemente se rebanan la cabeza para sacar el mayor beneficio posible estrujándolos, recortándoles derechos y obviando garantías al consumidor con una buena campaña de marketing basadas en repetir constantemente varias palabras bonitas como flexibilidad o libertad de horarios cuando en realidad se refieren a la precarización y a explotación laboral.

Pero por suerte, gente como los Riders han dado un paso al frente y de un trabajo que Glovo o Deliveroo ha considerado de mierda y sólo para sacar beneficio parasitando la labor del repartidor, han salido varias cooperativas como Mensakas en el caso de los Riders de Barcelona o como La pájara en Madrid, devolviendo la dignidad a la profesión y recuperando los derechos de las trabajadoras y trabajadores.

Trabajadoras y trabajadoras que empezaron luchando con muy pocos recursos pero con mucha convicción y tiraron para delante tumbando a un gigante como Glovo y poniendo en jaque a Deliveroo, consiguiendo que varios tribunales se pronuncien a su favor, como he indicado antes, considerándolos como empleados de pleno derecho.

Unas compañeras y compañeros que están siempre que se les necesita apoyando a cualquier colectivo en lucha.

Por eso para nosotros y nosotras y para los demás colectivos son un ejemplo de constancia, de lucha, de dignidad y sobre todo son un espejo donde mirarnos y aprender. Desde el principio han tenido nuestro apoyo incondicional porque vale la pena trabajar a lado de ellas y de ellos.

De verdad que es impresionante escuchar hablar a Nuria Soto, portavoz de los Riders y no sentir que podemos vencer a estas empresas y que por mucho que en ocasiones no se vea la luz al final del túnel, merece la pena seguir luchando. Han convertido un trabajo del que pretendían sacar beneficio como un producto de la crisis como una profesión digna y con garantías. De hecho su precedente puede ser muy importante para otros trabajadores y trabajadores.

Paso a paso, victoria a victoria gracias a colectivos como los riders, no sólo vamos frenando el capitalismo de plataforma, sino que del mismo modo, le estamos haciendo retroceder.

Ese es el camino porque su lucha es nuestra lucha. La lucha de todas y todos.

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