Bajo la piel de la historia

Me gustaría ver a Jaume Asens, tan elegante como Julián Besteiro y Fernando de los Ríos, al frente de un ministerio. No por la distancia que me separa de algunos de sus planteamientos en relación al llamado procés, sino porque personas como él son un puente para superar el conflicto catalán y seguir caminando juntos. Su valía intelectual, su extraordinaria sensibilidad social y su buen talante camusiano hacen de este hombre alguien realmente necesario.

Tras la actuación del poder judicial, en el marco del respeto a la ley, resulta imprescindible la actuación política para abordar la cuestión catalana. Esto puede suponer precisamente el desarrollo práctico de la mesa de Pedralbes, tal y como plantea Esquerra Republicana, y es que, tras casi una década en la que apenas se ha mostrado voluntad alguna de entendimiento, es ya el momento del diálogo. España es una comunidad política construida a duras penas en los últimos doscientos años, una realidad histórica forjada durante siglos, que debe tener proyección de futuro. Esta proyección no será posible mientras cerca de la mitad de los catalanes deseen separarse. Ante ello, solo cabe seducir, persuadir a quienes desean marcharse, y esto en política solo es posible mediante el diálogo. Un diálogo en el que todas las partes tendremos que ceder en cuestiones que nos duelen y nos van a doler, para renovar los términos de nuestro contrato social. Resulta obvio que es necesario un nuevo estatuto de autonomía en Cataluña, que se desarrolle en el marco de una reforma constitucional que nos permita avanzar hacia el federalismo. Esto nos llevaría a las urnas en Cataluña y en el resto de España, para decidir sobre el tipo de país en el que queremos vivir, pudiéndose cerrar así el actual conflicto. Si así ocurriera, todo ello habría de conllevar la salida de la cárcel de los representantes políticos que han sido condenados durante un conflicto, al que finalmente se le daría una salida política.

Es este el momento del diálogo porque es ahora cuando se está gestando un Gobierno con capacidad para ello, a raíz del preacuerdo firmado el pasado martes 12 de noviembre por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Un Gobierno que tendrá que ser valiente para abordar la cuestión catalana, en lugar de ignorarla, pudiendo así superar la confrontación nacionalista, de la que se nutren el independentismo y Vox, y recomponer el eje izquierda-derecha en la política española. Solo así podrá centrarse de nuevo el debate en la prosperidad económica y el bienestar social, desarrollando políticas neokeynesianas ante la desaceleración económica, fortaleciendo los servicios públicos y protegiendo a los más vulnerables, tal y como se recoge en el contenido del preacuerdo. Es este el Gobierno bonito, y no el del verano de 2018, por eso este Gobierno que habrá de nacer está recibiendo todo tipo de ataques por parte de los más poderosos, desde el mismo día de la firma del preacuerdo entre las dos fuerzas progresistas mayoritarias.

Un Gobierno que, de ser investido, también provocaría recelos en las instituciones europeas, donde tendría que defender unas políticas de marcado carácter social. Y es que es en la Unión Europea donde deben proyectarse las demandas de la mayoría social. Portugal también cuenta con un Gobierno de marcado carácter progresista, la República Francesa tiene a un presidente dispuesto a caminar hacia la unidad política de Europa, en Gran Bretaña habrá elecciones en diciembre y, ¿quién sabe?, ¿por qué no un Gobierno laborista apoyado por el Partido Nacional Escocés? Hay una posibilidad de que esto pueda ser así. Necesitamos llevar al seno de las instituciones europeas el debate sobre la igualdad social. Para ello, debemos transformar una Unión Europea casi exclusivamente económica en una unión política, apoyándonos en una mayoría social que es fundamentalmente europea. La más ambiciosa de todas las tareas, la que daría sentido político a nuestra generación, es la constitución de la voluntad general europea en términos de un nuevo contrato social rousseauniano, mediante el que se diluirían los actuales particularismos nacionales, pudiendo así centrarnos en la creación y el reparto de la riqueza.

La posibilidad de un Gobierno en España que pueda contribuir a ello resulta inevitablemente ilusionante. La posibilidad, como decía Enrico Berlinguer, de “recorrer caminos nuevos todavía por explorar, es decir, inventar algo nuevo, pero que esté bajo la piel de la historia, algo maduro, necesario y, por consiguiente, posible”.

Artículo anteriorLo que dijo Celaá
Artículo siguienteEl Fascismo que no existe
Javier Flores Fernández-Viagas
Javier Flores Fernández-Viagas (1979). Profesor de Geografía e Historia y escritor. Autor de publicaciones como La izquierda: utopía, praxis y colapso. Historia y evolución y Diez razones para ser de izquierdas… a pesar de la izquierda, ambos libros recientemente publicados por Almuzara. Ha militado en distintas organizaciones, como el Sindicato de Estudiantes, Izquierda Unida y CCOO, donde tuvo responsabilidades de carácter orgánico.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.